Cuatrocientos años lleva
viendo Triana a su Cristo
pasar con la cruz al hombro
y cuatrocientos caído,
cuatro siglos contemplando
su rostro dulce y bendito
la mirada de sus ojos
a la altura de los míos
y su cuerpo desplomado,
manso cordero divino,
apoyándose en la piedra
y el suelo donde nacimos.
Cuatrocientos años llevan
juntos en el mismo sitio
su flaqueza y mi flaqueza,
mi dolor y su martirio
su pureza con mi carne,
el barro del que venimos
y al que vamos y el sagrario
desplomado del Santísimo.
Hay hambre y pan en su cuerpo
quebrada espiga de trigo,
lagar donde se trituran
mi hiel y su sangre, vino
derramándose en mis labios
lluvia en mi huerto marchito
llaga que cura mis llagas
amor que olvida mi olvido;
es su impotencia mi fuerza ,
mi trono su sacrificio,
su penitencia mi gloria,
mi caminar el camino
donde caigo y siempre encuentro
a Dios que cayó conmigo.
Una, dos, trescientas veces
se levanta y yo lo sigo
vuelvo a caer y ahí está
de nuevo ese Dios caído
que en el suelo de Triana
lleva más de cuatro siglos.
Miradlo es mi Dios, mi Padre
mi juez y mi rey, mi amigo;
su única fuerza el amor
y su único motivo,
lo suyo es la compasión
por todos los que caímos;
es Dios y es hombre a la vez
los dos sufriendo lo mismo
los dos con su cruz cargados
cayendo en el mismo sitio.
Cuatrocientos años lleva
este Santísimo Cristo
buscando un puente de barcas
para cruzar el abismo
que mis pecados abrieron
de la tierra al paraíso.
Miradlo y rezad al verlo,
que no os distraigan los lirios,
ni los pies que bien lo llevan
los tambores, el sonido
de las cornetas llamando
a los vencejos dormidos.
Que no os distraiga la gente
ni su emoción ni sus gritos
ni el vaho de la madrugada
ni el desgarrador quejío
de una saeta, ni el oro
del cauterio florecido
que restaña nuestras calles
con resplandores divinos
ni el corcel que es solo fuerza,
ni ese centurión altivo
que está esperando la hora
que muera para decirnos:
“Verdaderamente era
este hombre de Dios hijo”
Cuatrocientos años cuentan
lleva en Triana este Cristo
cargando su cruz al hombro
y cuatrocientos caído.
Mirad y rezad al verlo
porque es evangelio vivo,
juntos la muerte y la vida
juntos el Padre y el hijo
juntos el cielo y la tierra,
Triana son cuatro siglos
de Dios y el hombre en el suelo
al otro lado del río.
José María Rubio Rubio
viendo Triana a su Cristo
pasar con la cruz al hombro
y cuatrocientos caído,
cuatro siglos contemplando
su rostro dulce y bendito
la mirada de sus ojos
a la altura de los míos
y su cuerpo desplomado,
manso cordero divino,
apoyándose en la piedra
y el suelo donde nacimos.
Cuatrocientos años llevan
juntos en el mismo sitio
su flaqueza y mi flaqueza,
mi dolor y su martirio
su pureza con mi carne,
el barro del que venimos
y al que vamos y el sagrario
desplomado del Santísimo.
Hay hambre y pan en su cuerpo
quebrada espiga de trigo,
lagar donde se trituran
mi hiel y su sangre, vino
derramándose en mis labios
lluvia en mi huerto marchito
llaga que cura mis llagas
amor que olvida mi olvido;
es su impotencia mi fuerza ,
mi trono su sacrificio,
su penitencia mi gloria,
mi caminar el camino
donde caigo y siempre encuentro
a Dios que cayó conmigo.
Una, dos, trescientas veces
se levanta y yo lo sigo
vuelvo a caer y ahí está
de nuevo ese Dios caído
que en el suelo de Triana
lleva más de cuatro siglos.
Miradlo es mi Dios, mi Padre
mi juez y mi rey, mi amigo;
su única fuerza el amor
y su único motivo,
lo suyo es la compasión
por todos los que caímos;
es Dios y es hombre a la vez
los dos sufriendo lo mismo
los dos con su cruz cargados
cayendo en el mismo sitio.
Cuatrocientos años lleva
este Santísimo Cristo
buscando un puente de barcas
para cruzar el abismo
que mis pecados abrieron
de la tierra al paraíso.
Miradlo y rezad al verlo,
que no os distraigan los lirios,
ni los pies que bien lo llevan
los tambores, el sonido
de las cornetas llamando
a los vencejos dormidos.
Que no os distraiga la gente
ni su emoción ni sus gritos
ni el vaho de la madrugada
ni el desgarrador quejío
de una saeta, ni el oro
del cauterio florecido
que restaña nuestras calles
con resplandores divinos
ni el corcel que es solo fuerza,
ni ese centurión altivo
que está esperando la hora
que muera para decirnos:
“Verdaderamente era
este hombre de Dios hijo”
Cuatrocientos años cuentan
lleva en Triana este Cristo
cargando su cruz al hombro
y cuatrocientos caído.
Mirad y rezad al verlo
porque es evangelio vivo,
juntos la muerte y la vida
juntos el Padre y el hijo
juntos el cielo y la tierra,
Triana son cuatro siglos
de Dios y el hombre en el suelo
al otro lado del río.
José María Rubio Rubio
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