jueves, 24 de abril de 2008

Juan Belmonte Nazareno de la Esperanza.

















24/04/2008

RESEÑA HISTÓRICA DE LA FUNDACIÓN DE LA HERMANDAD DEL
SANTÍSIMO CRISTO DE LAS TRES CAÍDAS
“En Sevilla a cuatro de marzo de mil seiscientos ocho. Ante el doctor D. Jerónimo
de Leyva. Yo Francisco de Lara, clérigo del Evangelio, vecino de Triana, por
mandato y otorgamiento de el1º, y por quien presto voz y caución, digo que, para
servir a Dios Nuestro Señor, hemos tenido y tenemos la voluntad y deseo de
instituir y fundar en dicha Triana, una Cofradía, la cual está sita en el Monasterio de
las Monjas Mínimas de San Francisco de Paula y queremos tomar por advocación LA
EXALTACIÓN E INVENCIÓN DE LA CRUZ y NUESTRA SENORA DE LA SALUD, la cual
ha de salir en procesión los Viernes Santos por la mañana, yendo los cofrades y
devotos de ella, con hábitos nazarenos y sus cruces, desde el dicho Convento de las
Mínimas de San Francisco de Paula a otras Estaciones que se eligieran, en la dicha
Triana, sin salir de ella. Y por lo que he dicho es en servicio de Dios Nuestro Señor
y no resulta perjuicio contra ninguna persona. Pido y suplico a V. MD. Erija y nos de
licencia, para hacer nuestras Regla y Capítulos, por lo que pedimos justicia”.
A este escrito de petición de fundación de nueva Cofradía, responde el señor
provisor de la siguiente forma:
“El doctor D. Jerónimo de Leyva, canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla,
Provisor y Vicario General de ella y de su Arzobispado. Por el Ilustrísimo Señor
Cardenal Don Fernando Niño de Guevara, Arzobispo de esta Ciudad y del Consejo
de Estado de su Majestad, por cuanto por parte de algunos vecinos de Triana,
guarda y collación de esta Ciudad de Sevilla, me ha sido significado y hecho
relación, para la petición retroescrita, de que movidos por la caridad y el buen celo
han tenido y tienen deseos, intención y voluntad de instituir y fundar una
Hermandad y Cofradía en el Monasterio de Monjas Mínimas de San Francisco de
Paula, de la dicha Triana, cuya advocación sea LA EXALTACIÓN E INVENCIÓN DE LA
CRUZ y NUESTRA SEÑORA DE LA SALUD, la cual ha de salir de dicho convento—
monasterio, a la iglesia que dicha Cofradía señale de la dicha Triana.
Pidieron para ello licencia y por mi parte, visto ese escrito, por la autoridad
ordinaria de mi Oficio, erijo y levanto en el dicho Monasterio de las Monjas Mínimas
de San Francisco de Paula, la nueva Hermandad y Cofradía, cuya advocación será la
de EXALTACIÓN E INVENCIÓN DE LA CRUZ y NUESTRA SEÑORA DE LA SALUD, la
cual y los hermanos de ella, pueden hacer todos los años su procesión, saliendo con
ella del dicho Monasterio de las Mínimas de San Francisco de Paula, los Viernes
Santo por la mañana a las horas que le sean dadas por el Ordinario y, que vayan
desde ese Monasterio a la Iglesia y Estación que le pareciere a sus cofrades, sin
salir de Triana, y volver al Monasterio.
Y les doy licencia y facultad, y permiso para que según sus Capítulos y Reglas, por
donde se deben regir y gobernar y, de las que no deben usar en modo alguno sin
mi permiso. Dado en Sevilla a cuatro de marzo de mil seiscientos ocho. El doctor
don Jerónimo de Leyva y por su mandato, Blas de Varela. Notario apostólico”.
Después de la constitución de la Hermandad en Triana, hubo objeciones de
algunas hermandades que se opusieron a esta fundación como las expuestas por la
Santa Cruz en Jerusalén o la de los cofrades del Hospital de San Antón.
El letrado Nicolás de Zamudio, en nombre del clérigo Francisco de Lara, es el que
contesta, llegado el momento, para buscar una solución al problema por lo que
presenta la siguiente súplica y petición razonada.
“Sevilla a veinte de marzo de mil seiscientos ocho. Ante el Sr. doctor don Jerónimo
de Leyva, canónigo y Provisor de Sevilla y de su Arzobispado, se leyó esta petición:
Nicolás Zamudio, en nombre de Francisco de Lara, canónigo del evangelio, vecino
de Triana, en nombre de las personas diputadas para la agregación de constituir y
fundar una Cofradía en Triana, digo que V. MD. por su auto del día diez y nueve de
este mes, ha mandado que muden mis partes, la advocaci6n de la Cruz en otra
cualquiera, no llevar túnicas moradas ni otras insignias parecidas o semejantes a
las de la Santa Cruz en Jerusalén o a la de la Exaltación de la Cruz, según se
contiene en dicho auto.
Y porque mis partes han acordado tomar la advocación para su Cofradía, en lugar
de la exaltación de la Cruz, LA DE LAS TRES CAÍDAS QUE DIO NUESTRO SEÑOR
CON LA CRUZ y en cuanto al color de las túnicas, LAS DIFERENCIARÁN EN OTRO
COLOR CUALQUIERA, al morado, de tal manera que no encuentren las otras
Cofradías nada que oponer a la aprobación de sus Reglas, y pido justicia. Nicolás
Zamudio”.
Ante este escrito de Nicolás de Zamudio, el señor Provisor autorizó la fundación de
esta nueva Cofradía.
“Sevilla a veinte de marzo de mil seiscientos ocho. El señor doctor don Jerónimo de
Leyva, canónigo, Provisor y Vicario General de esta ciudad y Arzobispado, dice, que
habiendo visto este proceso y autos, sobre lo últimamente pedido por parte de la
Cofradía de la Exaltación e Invención de la Cruz, en Triana, mandaba y manda que
la dicha Cofradía se titulase y tuviese por advocación LAS CAÍDAS DE CRISTO CON
LA CRUZ A CUESTAS y que con esta advocación salga en procesión en la Semana
Santa de todos los años, el día y hora para lo que tenga licencia y, así lo mando y
someto al Fiscal, para que muden los capítulos que tengan que mudar, para
poderse aprobar sus Reglas. El doctor Jerónimo de Leyva. Francisco, notario”.
Todavía hubo pequeños brotes de oposición, en el que se llegaron a pedir a la
nueva Hermandad y Cofradía explicaciones de que manera o en que postura iba a
llevar la imagen del Señor la Cruz sobre los hombros; sin embargo el último escrito
de súplica, no salió de la oposición si no del clérigo Francisco de Lara, fundador de
la nueva Cofradía.
“Francisco de Lara, canónigo del evangelio, al doctor don Francisco de Leyva. En
nombre de la COFRADIA DE LAS TRES CAÍDAS DE CRISTO CON LA CRUZ A
CUESTAS, sita en Triana, digo, que la dicha Cofradía fue primeramente erigida a
nombre y advocación de la “Invención y Exaltación de la Cruz” y es así, que
habiendo encontrado oposición por las Cofradías de la Santa Cruz en Jerusalén y
Exaltación de Cristo, de esta ciudad, tengo necesidad para guardar mis derechos,
un testimonio a la letra sobre ese pleito.
OTRO SI digo, que V. MD. mande que la licencia que se me de para pedir,
diga,”para los dolores de la Virgen Nuestra Señora y Caídas de Cristo”, atento a que
no tenemos advocación de imagen y, pido justicia. Francisco Lara. Sevilla a veinte
y uno de marzo de mil seiscientos ocho. Al margen de este último documento
puede leerse “désele, désele, désele”.

Hay un jiete en Triana


que cruza el puente a caballo


con herraduras de plata


la noche del Viernes Santo


avanza con el izquierdo


y tambien cambia de tranco


se mecen las plumas blancas


del casco de mi romano


vaiven de riendas de cuero


como se templa el caballo


escoltando al Tres Caidas


bajo el cielo de mi barrio.

miércoles, 23 de abril de 2008

Rafael vuelve a Triana.

Tenía el pelo rizado, alegres los ojillos, siempre dispuesto a la guasita fina en la taberna del barrio, con la peña. Había nacido en el Corral del Cura. Su padre trabajaba en el muelle y era anarquista. Su infancia, tan cercana cuando lo conocí, era todavía el imborrable recuerdo de la escuela de la CNT adonde su padre lo mandó, y donde aprendió el himno que cantaba, tira la bomba coge la Star. Se llamaba Rafael y me enseñÓ qué era Triana. Cuando se casó, Rafael se fue a vivir a la calle Fabié. Sala y alcoba. Trabajaba de zapatero en la calle Córdoba. Rafael era el dependiente, babi blanco y calzador asomándole al pecho desde el bolsillo, que se ponía en medio de la calle y cogía al vuelo las cajas que, de una en una, le iban tirando desde el balcón del primer piso. Cuando, cogiendo las cajas, se metían con él, salía Triana: ---Vamos a ver con la guasita... Porque Rafael era Triana. Hablaba del muelle como de su corazón. Como buen trianero, Rafael estaba todo el día como yéndose a la mar, aunque sólo fuera la mar de sus recuerdos cuando, guapo, estirado, sirvió en San Fernando, que para algo le valió que su madre, para que todos olvidaran lo que el padre había sido, lo apuntara en los Flechas Navales. Y más trianero que nunca fue Rafael cuando dejó la sala y alcoba de la calle Fabié y se fue a vivir al Tiro de Línea. No podía pasar una tarde sin ir por el barrio, por la taberna, por la peña. Día que no iba a Triana era como si le faltara algo. Por estos días de Semana Santa, se perdía. Nunca lo vi apegado a cofradías, ni era nazareno de barrio. Pero sabía dónde encontrarle. Bastaba esperar que llegara la Esperanza con las maniguetas de plata como mascarones de proa, abriendo la marea del Altozano. Nunca supe cómo se las ingeniaba. Pero allí, detrás del paso, junto al manto de la Esperanza, iba siempre Rafael. Sus rizos con brillantina, sus ojillos alegres, el mismo traje azul marino que se había hecho para casarse. Profundamente serio. Sin hablar con nadie. Lo veía por la calle San Jacinto, junto a legionarios de brazo tatuado, y lo veía luego por la Puerta de Triana. Más que a rezar, en aquella familia anarquista de Triana, había aprendido a coger la bomba y a tirar la Star. ¿Qué extraña fuerza era entonces la que le mantenía allí, todos los amaneceres del Viernes Santo? Luego, ya con las abiertas claras, iba la Esperanza por la calle Adriano, delante del Baratillo, y Rafael seguía allí, detrás del paso, con su trajecito azul de la boda, con sus rizos del Corral del Cura, con sus ojillos hundidos en carne. La fuerza era Triana. Triana no existe quizá, y los trianeros la inventan junto al paso de la Esperanza. Vienen de todos los polígonos, de todas las barriadas. Si fueron expulsados un día del paraíso de la vera del río, retornan a los muros tutelares que son los malecones de la calle Betis. Vedlos por la mañana, endomingados, de fiesta. Muchos se acaban de levantar, traen la cara lavada con agua y jabón, en el estómago un café bebido, una copa de machaco y el pellizco de una emoción. Hoy Triana existe, aunque derribaran sus corrales, aunque ya no haya niños que jueguen en los atardeceres de la Cerca Hermosa, aunque no haya canarios que canten en las salas y alcobas de una Cava en la que, por cerrar, hasta cerraron el cuartel de los Civiles. Hoy Triana existe porque sé que aunque hace ya muchos años que muriera, Rafael Núñez, el zapaterito de la calle Córdoba que cogía las cajas por el balcón, sigue yendo detrás de la Esperanza. Cierro los ojos junto a esos tambores que siempre, abiertos al río, suenan tan a Cádiz, tan a Tercio de Armada, y sigo viendo a Rafael. Está allí, pegado a la parrilla del manto de la Esperanza. Lleva el trajecito azul marino de cuando se casó y la sonrisa de cuando era feliz. Estoy seguro que Rafael vuelve a Triana. Porque siempre, el Viernes Santo por la mañana, la Triana que ya no existe vuelve a Triana. Antonio Burgos
Un caballo de piel parda porta a un centurión que guía a Jesucristo en el camino de su Pasión. Jesús cayó tres veces, pero nosotros más de tres. ¡Cómo anhelo Señor mío! que me enseñases a la vez un camino hacia la vida cubierto de rosa y clavel, donde con el peso de tu cruz pudiera levantarme una y otra vez. Una hermandad con solera, una hermandad marinera, que zarpa con sus barcos a la calle cada vienes santo en primavera entre una marea de gente que en las calles espera a verte, cuando navegas por los mares de tu barrio de Triana haciendo especial parada en la parroquia de Santa Ana, donde reside una abuela que cada año aguarda y espera a que llegue un hijo caído el viernes por la mañana cuando ha recorrido Sevilla y vuelve hasta Triana, pues con arte y señorío la ha mecido Triana entera hasta pasar un río que divide a las dos Sevillas que permanecen unidas no por el puente que se alza sino por el corazón de una madre que las enlaza y que hace cumplir la maravilla de navegar cada primavera desde Triana a Sevilla, uniéndolas y haciéndolas hermanas siendo Esperanza de los males y la Reina de Triana. Esperanza para el impedido, Esperanza para el que anhela, para el que enferma; Esperanza para el que sufre, para el que siente; Esperanza para el que adolece, para el que padece; Esperanza del andaluz, del sevillano, Esperanza que nos encuentra, Esperanza nuestra. Por eso vengo a pregonarte que hay una reina y madre sevillana que navega por pureza y es la Esperanza de Triana. Del pregon de MANUEL GARCÍA MAYO




























































































lunes, 21 de abril de 2008