La corriente del río pone la sintonía de fondo, mientras un escalofrío recorre desde la primera baranda del puente hasta la última esquinita del Tardón, el asfalto del Altozano, recuerda como si fuese ayer como fue ese día en el que pisaste por primera vez este suelo trianero sobre el que quisiste caer, los balcones de la calle Pureza estallan de alegría cada vez que se cuentan entre ellos cuantas veces te han visto pasar dando luz a la oscura y fría madrugá, las lozas de San Jacinto añoran aquellos años en los que tuviste que hacer vida entre sus paredes por avatares del destino y de las obras, tu abuela Santa Ana se llena de ilusión cada vez que presiente que te va a ver llegar ante su puerta y girar para mirar al interior de la Parroquia, en tanto en cuanto los árboles de su Plazuela tiemblan nerviosos cada vez que sueñan con aquel mediodía del Viernes Santo en el que sintieron por primera vez los sones de cornetas y tambores de esos marineros que llevan siguiendo tus pasos desde principios de los 80, las túnicas nazarenas anhelan más que nada volver a ser vestidas un año más para ser recubiertas de ese aroma a incienso que certifica y sella el haber realizado la estación de Penitencia antecediendo tus pasos, Rafaé sonrie si cae en la cuenta de lo que le hacía pasar Calamar aquellos primeros años en los que era tela de revoltoso y le daba la nochecita mientras el te indicaba el camino a seguir, tu Cirineo aunque esté ya el pobre con la espalda regulá, dice que seguirá contigo todos los años que hagan falta puesto que no hay cosa que desee más hacer en su vida desde que llegó hace ya décadas a echarte el cable con el madero.
Por otro lado, cada casa del barrio, de alguna u otra manera cuenta, como llevan contando varios siglos ya, los días que faltan para que esa portentosa cruz de guía asome con su habitual brillo por la puerta de la Capilla de los Marineros diciendo a los cuatro vientos que ya está la hermandad en la calle dispuesta a inundar de ese pensamiento ancestral que dice que si nos caemos nos volvemos a levantar ese mágico intrincado de calles sevillanas, y que decir de esas generaciones y generaciones de familias que han depositado sus ilusiones en una de tus estampitas, te han ido a ver a tu capilla, te han acompañado en tus tríduos, han llorado ante tus plantas, han besado tu talón, te han pedido por los suyos y han descubierto todo lo que esconde tu mirada.
A mi Cristo de las Tres caidas en su 400 aniversario, y a todos aquellos hermanos y devotos del más bendito vecino del barrio.
Por otro lado, cada casa del barrio, de alguna u otra manera cuenta, como llevan contando varios siglos ya, los días que faltan para que esa portentosa cruz de guía asome con su habitual brillo por la puerta de la Capilla de los Marineros diciendo a los cuatro vientos que ya está la hermandad en la calle dispuesta a inundar de ese pensamiento ancestral que dice que si nos caemos nos volvemos a levantar ese mágico intrincado de calles sevillanas, y que decir de esas generaciones y generaciones de familias que han depositado sus ilusiones en una de tus estampitas, te han ido a ver a tu capilla, te han acompañado en tus tríduos, han llorado ante tus plantas, han besado tu talón, te han pedido por los suyos y han descubierto todo lo que esconde tu mirada.
A mi Cristo de las Tres caidas en su 400 aniversario, y a todos aquellos hermanos y devotos del más bendito vecino del barrio.
Foto: Mangada del blog de Bibi
Entrada y texto integros del blog de Moe de TRIANA.
1 comentario:
Te lo dije en mi blo y te lo digo aquí tambien Bibi miarma, todo un honor tener algo publicado en este rinconcito tan de la Calle Pureza.
Un abrazo.
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